La penalización del aborto es supremamente discriminatoria, pues es un crimen que recae principalmente sobre niñas, mujeres y personas gestantes, así como sobre las personas más vulnerables, aquellas personas que no necesariamente cuentan con los recursos o la información necesaria para acceder a servicios de salud y abortos seguros. Muchas mujeres, niñas y personas gestantes, principalmente en países en desarrollo, no tienen control sobre sus vidas sexuales, ya que carecen de educación sexual, se les prohíben los métodos de planificación familiar o no pueden gozar sus derechos sexuales y reproductivos.
La Encuesta Nacional de Demografía y Salud de 2015 evidenció que dos de cada cinco participantes reconocían la necesidad de contar con mejor educación sexual y mayor acceso a información sobre asuntos relacionados con la sexualidad. Adicionalmente, el DANE ha reportado un importante aumento en la tasa de embarazo de niñas menores a 14 años, la cual en los primeros 7 meses del 2021 fue 9,6% más alta que en el mismo periodo en el año anterior. Esto se suma a que actualmente más del 25% de las personas criminalizadas por abortar son menores de edad, dejando a muchas niñas y personas gestantes de esas edades sin la capacidad de decidir sobre su cuerpo y su maternidad y exponiendolas a exclusión social o abortos inseguros.
La desigualdad de género, las normas culturales y la pobreza son factores que limitan las oportunidades de decisión de las personas sobre su sexualidad. El aborto legal y gratuito es una importante alternativa para devolverle a una persona el control sobre su cuerpo y sus derechos sexuales.
Además el delito de aborto es ineficaz, pues en muchos casos no evita que las personas aborten, sin embargo, la penalización sí fomenta la realización de abortos en condiciones cladestinas e inseguras. La Organización Mundial de la Salud estima globalmente que se realizan 22 millones de abortos en condiciones inseguras al año. La mayoría de estos ocurren en países del sur global, en los cuales el ejercicio del derecho está penalizado o presenta restricciones que dificultan el acceso a abortos seguros. Según el Instituto Guttmacher, en Colombia un 33% de abortos clandestinos tienen complicaciones que requieren atención médica, situación que aumenta a un 53% si hablamos de personas en zonas rurales. De todas las personas en áreas urbanas que presentan complicaciones post-aborto, una quinta parte no recibe la atención médica que requiere, en el campo el número asciende a casi la mitad.
El Instituto Guttmacher además afirma que en las instituciones legales procedimientos abortivos como el de Dilatación y Curetaje (D&C) tiene un costo de US$200 dólares ($804.255,80 pesos), y aquellos en los que se usa la Aspiración Manual Endouterina (AMEU) o aborto con medicamentos cuestan alrededor de US$45 dólares ($180.957,55 pesos). Sin embargo, los centros de salud que ofrecen atención en abortos suelen utilizar más la técnica D&C, aunque la AMEU sea más segura y menos costosa. De esta manera evidenciamos que no sólo pone en peligro la salud y la vida de millones de personas cada año, sino que también genera importantes gastos para el sistema de salud, producto de las intervenciones clandestinas.